Una encuesta reciente, realizada por Deutsche Bank, refleja que en Francia, Alemania y Reino Unido el uso de efectivo sigue siendo uno de los medios de pago preferidos de sus ciudadanos, mientras que en Estados Unidos el uso de efectivo es el medio de pago predominante.
Si bien es cierto que estos datos fueron recogidos en 2019 y, por lo tanto, no han tenido en cuenta la pandemia producida por el COVID-19 y el auge de otros medios de pago digitales como Bizum, con 15,3 millones de usuarios, acumulando 392,7 millones de transacciones realizadas y con presencia en más de 13.000 comercios online..
Excepto en Italia y en China, en el resto de países el uso de efectivo sigue teniendo gran relevancia en la sociedad.
Es más, si preguntas directamente a los ciudadanos, más del 50% de los ciudadanos opinan seguirá el uso del efectivo.
Adicionalmente, los empresarios españoles también se suman a esta opinión mayoritaria aunque rozando el empate entre el sí y el no. Según un informe de Intrum de 2018, el 43% de las empresas del país consideraba que el dinero en efectivo desaparecerá en el corto plazo, concretamente en 2030, y que será sustituido por los pagos electrónicos a través de dispositivos como el teléfono móvil o, incluso, el propio reloj de pulsera.
Sin duda, el uso de efectivo está más que garantizado durante muchos años.
Adicionalmente al compromiso social y la lucha por las desigualdades, el uso de efectivo nos protege de riesgos de seguridad importantes. Jesús Sánchez Lambás, vicepresidente ejecutivo del Instituto Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada, y Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universidad de Granada recuerdan los peligros que conlleva el exceso de digitalización, ya sea en cuestiones de falta de seguridad o en situaciones de catástrofes naturales o decisiones políticas autoritarias que bloqueen el acceso a internet y, por lo tanto, los medios digitales de pago.
El uso de efectivo puede actuar como una red de seguridad “para dar estabilidad”.
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